Sabemos, porque lo sabemos perfectamente, que no tenemos que repetirles las cosas. Que se dicen sólo una vez y hay que conseguir que hagan lo que les dices a la primera. No sabemos cómo, de repente un día nos sorprendemos a nosotros mismos repitiendo algo hasta la saciedad, y nos preguntamos ¿cómo he llegado hasta aquí si yo sabía perfectamente que no tenía que hacerlo? Y también nos preguntamos: ¿Y ahora cómo vuelvo atrás?
Hay momentos del día en el que hay una serie de rutinas que se hacen siempre en el mismo orden. Por el motivo que sea se van olvidando de cosas. A nosotros nos pasaba con la hora del baño: Desnudarse, recoger la ropa, ducharse, ponerse el pijama, recoger el cuarto de baño, preparar la ropa del cole del día siguiente. Y allí nos veías detrás de ellos: Que dobles tu ropa. Que te prepares lo de mañana. Que te he dicho mil veces que recojas el cuarto de baño... Como si fuéramos policías, vamos. De repente se me ocurrió una idea: Hice la lista de lo que tenían que hacer y el orden en el que tenían que hacerlo. Con letras bien bonitas y grandes. Lo imprimí, lo metí en una funda de plástico, le puse una cinta y cuando llegó la hora de la ducha se lo colgué del cuello y les dije: "No podéis hacer nada de nada hasta que todo esto no esté hecho. Y me fui de allí. Se convirtió en un juego para ellos, y tras hacerlo un día y otro y otro, acabó funcionando. Como tengo una que no lee aún, tuve que ponérselo con dibujos. Ahora vamos a repetirlo con la llegada a casa después del cole... que también es caótica.
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