Nos ha llegado el triste momento de explicar a nuestros hijos que se está muriendo su bisabuela. Como ninguno de los dos somos pedagogos, y pese a que la yaya mayor ya tenía 98 años, nos hemos quedado un poco desorientados y sin saber cómo enfocar el tema para que los niños sufran lo menos posible, así que hemos leído todo lo que ha caído en nuestras manos con respecto al tema. Es una muerte natural, de una persona muy mayor, de forma que es más fácil de explicar que la muerte de un padre, una madre, un hermano, un amiguito... Además se está apagando poquito a poco, por lo que estamos teniendo tiempo de prepararnos y preparar a los niños. Esto no lo hace menos triste, sólo más fácil de explicar. Los niños han tenido distintas reacciones iniciales: La mayor (7 años) está bastante afectada y reacciona con ratos de rabia o de tristeza. El mediano (5 años) ha reaccionado con una indiferencia tan grande que asusta. La de tres añitos lógicamente no se está enterando mucho, aunque percibe que algo raro pasa a su alrededor. Según los expertos son reacciones totalmente normales a esas edades. Hay algunas recomendaciones que se repiten en todos los libros y webs que hemos consultado. Son, entre otras:
No ocultar la situación y no disfrazar los hechos: No es bueno utilizar frases del tipo se quedó dormida para siempre, o vino un ángel y se la llevó, ya que los niños pueden tener miedo a quedarse dormidos o a que se los lleven a ellos.
Contar con palabras claras y breves cómo ha ocurrido la muerte: En nuestro caso, era una persona muy mayor y su corazón está cansado de tanto latir, así que poquito a poco va más despacio hasta que se pare. Para los niños menores de 5 años la muerte es reversible, así que habrá que dar la explicación varias veces, porque piensan que la persona que muere sigue comiendo y viviendo en algún lugar y en cualquier momento va a despertarse.
Parece ser que conviene que participen en los ritos funerarios e incluso ver el cadáver explicándoles antes lo que van a ver. A mí esta parte me ha chocado mucho porque no pensaba que fuera buena idea hacerles pasar ese mal trago, pero me ha sorprendido la reacción de mi hija de 7 años, que al plantearle si quería participar ha dicho: "Cuéntame exactamente lo
que va a pasar." Se lo hemos contado y ha decidido que quiere ir a la misa previa, pero no al entierro. Si los niños no quieren participar o no quieren ver el cadáver hay que hacer que no se sientan culpables por ello.
Animarles a hablar de lo que sienten, evitando frases del tipo no pasa nada, tienes que ser valiente, tienes que portarte como un mayor... A nosotros nos está funcionando bien decirles que nosotros estamos muy tristes y que, aunque entendemos que es normal que se muera, la vamos a echar muchísimo de menos. Hace que se animen a contarnos cómo lo están viviendo ellos.
Hasta aquí lo que dicen los expertos. Ahora nuestra experiencia personal, por si puede serviros:
Lo primero y fundamental: avisar a los tutores. Creo que ellos saben más de esto que nosotros, así que pueden ayudarnos mucho.
A mi siempre me gusta buscar cuentos relacionados con el tema que se quiere tratar, así que me fui a Dideco y pedí ayuda: Me dieron varios cuentos muy filosóficos y tristísimos que no me convencían pero econtró uno que me ha encantado: "La caricia de la mariposa" de Christian Voltz (editorial Kalandraka). Un abuelo le cuenta a su nieto entre risas que la abuela no está en el suelo con los gusanos, porque le daban miedo, ni en el cielo porque pesaba mucho y no podía volar. Está entre nosotros y nos cuida. Me encanta por el planteamiento que hace, entre risas, y porque enlaza con nuestro pensamiento cristiano de que hay vida después de la muerte. La yaya mayor va a estar cerca de Dios, y eso es una suerte para nosotros porque nos va a cuidar un montón.
Además del cuento, nos gusta plantear todas las cosas con sentido del humor, así que damos una pincelada de risas a todas las explicaciones, por ejemplo: "Hoy ha venido el enfermero y ha dicho que hay que ver cuánto está aguantando el corazón de la yaya. Hemos tenido que explicarle que la yaya es de Teruel, y es muy, muy cabezota, ¿a que sí?" En seguida se ve cómo aparece una sonrisa en el rostro de los niños, y se aligera para todos el peso de la pena. También nos gusta plantear las cosas en positivo: "Habéis tenido una suerte enorme de poder disfrutar de una bisabuela, habéis podido ayudar a soplar una tarta de 98 velitas,..." A los niños les encanta escuchar historias divertidas de la yaya mayor, especialmente si van relacionadas con cómo se comportaba cuando ellos nacieron, o la cantidad de veces que estando castigados ella les daba un bombón a escondidas, o las veces que caía en sus manos algún móvil y nos decía que ella como era vieja y tonta no lo sabía utilizar, y en cuanto nos dábamos la vuelta la veíamos haciendo una llamada...
En realidad no estoy nada segura de que lo estemos haciendo bien. Sí lo estamos haciendo lo mejor que sabemos y esperemos que consigamos suavizar un poco el golpe a nuestros hijos.
Cuando esta entrada se publique, es casi seguro que la yaya mayor ya estará con nosotros de otra manera. Así que un abrazo fuerte desde el blog, y cuídenos mucho, mucho, yaya. Sobretodo a sus "chicos".
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